
Pero en aquella fiesta del día de los muertos había espectros menores, zombis pálidos, dráculas risibles. Nada me preparó para verla así, ni si quiera la noche. Daba vueltas entre los fantasmas. Como siempre, brillando, incluso en el nocturno infinito de los aparecidos. Marianne, que arreglaste una risa fácil como un escudo de caracol. Nadie quiso astillarte las pupilas. ¿Por qué te has cambiado el nombre? Es sólo que las fiestas te ponen nerviosa, ¿no es cierto? Yo la había invitado a la fiesta. Los muchachos querían divertirse. Pensé en ella intensamente y la llamé enseguida. Vente linda, te estamos esperando, no somos nada sin ti.
Marianne llegó de Marilyn y los fantasmas aullaron. Su piel era un hielo. Niña chiquita, nunca ingenua, resbalada en el alcohol oscuro de mi cuarto. Los muchachos querían tocarte también, tú lo sabías. Primero yo, les dije, váyanse de aquí. Entonces me tragué la escarcha de su maquillaje. Por supuesto que te pareces a Marilyn, idéntica en el afiche de mi clóset; The seven year itch, cinemascope, 20th Century Fox, en la que actúas junto a Tom Ewell; donde tu falda vuela y la contienes, pero me dejas ver un trozo de tu braga, también blanca, yo te observo desde el otro lado de las letras rotuladas con un sombrero y un flux marrón, con las manos en los bolsillos. La elegancia que se esfumaba en la colcha de la habitación, con tu vestido ahora arrugado.
Al día siguiente hablaría con los que nunca llegaron a la fiesta. No van a creer con quién estuve. Pero cuando salí del cuarto por algo de beber, oh, Marilyn desprotegida, abierta por debajo, los fantoches me rodearon en la cocina con sonrisas de sorna. Se salió de mis manos. Ellos querían tocarte también, lo sabía. No me dejaron ir a protegerte, cosa pequeña. Los diablos blancos nos comen las paticas. Duerme, duerme linda Marilyn, no los escuches. Aunque tú y yo estemos muertos desde hace tiempo, como el resto de las cosas.
Marilyn se iba y Marianne se quedaba sola. Todos los hombres le pasaron por encima, por adentro. Si alguna vez quise herirla, era yo, no los demás, ellos sólo pasaban el rato. Desde la cocina se escuchaban los gemidos de la litera. Uno por uno le fueron arponeando la misma herida. Pobre Marianne, dulce de leche. Te escribo todos los días. Nuestro cuento me da náuseas, pequeña, pero lo recuerdo a diario, como una indigestión, lo repito; cuando la colcha paró de gritar y las llamas dentro de las calabazas se apagaron, finalmente la película se acabó, Marianne, aunque no creas. Es una lástima.
Así ocurrieron las cosas. A veces le escribo, contándole las mismas cosas, aquello que vivimos juntos, como si ella no hubiera estado allí. Cuando hablo de ella termino hablando con ella. Espero que no te importe, bonita. Nunca supe quererte bien. Y claro que te parecías a Marilyn, Marianne. Quizá Marylin hubiera querido parecerse a ti.
Hensli Rahn -(2001)
El rock nacional tiene una sola vía:
Autopista Sur y entérate de los
próximos toques de esta original banda
1 comment:
AMIGO!!!!!
Me encanta encontrarte por estos ruedos digitales. El cuento está de pelos. Mil besos.
Andrea
Post a Comment